Hijo de un mecánico de autos y de una maestra, sus padres fueron el mejor ejemplo para que Luis Sánchez decidiera entregarse a querer mejorar la educación de los latinos en Los Ángeles. A sus 31 años, el menor de tres hermanos asegura que no piensa descansar hasta que el 100% de los niños del este de la ciudad se gradúen y vayan a la universidad.
Haciendo tributo al nombre de la organización que dirige desde hace seis años —La Lucha del Pueblo—, Sánchez es el fiel reflejo de aquellos jóvenes que, nacidos en Estados Unidos, quieren hacer valer los derechos de los hispanos que, como sus padres, llegaron de México buscando mejores oportunidades.
"Cuando los demás niños se dedicaban a jugar o a ver caricaturas, yo me levantaba para ir a ayudar a mi papá", recuerda este activista que pasó su infancia entre Boyle Heights y Montebello. "Pero el esfuerzo de mis padres para darme la oportunidad de estudiar fue mi mayor motivación para ayudar a las familias inmigrantes", añade.
Antes de recibirse en literatura inglesa en la Universidad de California en Berkeley, Luis Sánchez comenzó a sentir el gusanillo de ser defensor de los inmigrantes cuando escuchó hablar al padre Gregory Boyle, de la Misión Dolores.
"Con 16 años, comencé a ser voluntario con los padres y los alumnos, y queriendo saber más de la justicia social. Desde ese entonces, ya sabía qué es lo que quería hacer: regresar a la comunidad y darle voz a los estudiantes".
Justo 15 años más tarde, aunque sabe que falta mucho por lograr para que "las escuelas sean más sanas y tengan mayores recursos", Sánchez se enorgullece de haber formado parte del movimiento de quienes presionaron para establecer el plan de estudios A-G en el Distrito Escolar de Los Ángeles.
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