La Fuerza del Activismo Estudiantil

A sus escasos 16 años, María Salcedo tiene muy claro que desea estudiar ciencias políticas y que, para lograrlo, el principal obstáculo que debe superar es ser alumna de la Secundaria Garfield. 

“Es triste admitirlo, pero la educación que nos dan en esta escuela no sirve para ir a la universidad; simplemente es para sobrevivir en un trabajo de salario mínimo. Por eso la mayoría se desanima y deja los estudios antes de graduarse”, dice Salcedo con una mezcla de ira e impotencia.

Las estadísticas indican que Salcedo, estudiante del 11 grado y originaria del estado mexicano de Puebla, tiene toda la razón.

Según el Departamento de Educación de California (CDE), 
de los 1,523 estudiantes que ingresaron a la Garfield en 1997, sólo 641, es decir el 42%, se graduó en 2002. Esto significa que la tasa de deserción fue nada menos que del 58%.

En cuanto a los estudiantes que lograron ingresar a una universidad del estado, el número es aún más decepcionante: sólo 99, equivalentes al 6.5% del total.

Estas cifras, aseguran los expertos en educación, son simplemente el reflejo de las carencias que padecen los estudiantes de la Garfield.

Ubicada en el Este de Los Angeles, esa secundaria es un ejemplo típico de los problemas que aquejan a los planteles asentados en vecindarios de escasos recursos y población minoritaria.

“Para empezar, en los salones ya no cabemos, no tenemos suficientes libros de texto ni computadoras, ni tampoco clases avanzadas. Sólo hay 12 consejeros para los casi cinco mil estudiantes que somos y, por supuesto, nunca tienen tiempo para nosotros”, señala Nancy Meza, también estudiante del 11 grado en esa secundaria.

A pesar de los problemas que enfrentan en su escuela, tanto Meza como Salcedo consideran que es posible mejorar la situación. Por ello, hace dos años ambas decidieron incorporarse a Estudiantes Unidos, una agrupación creada en 2000 para exigir un cambio en las escuelas del Este de Los Angeles.

“No queremos darnos por vencidas. Sabemos que tenemos derechos y uno de ellos es el de una buena educación”, afirma Meza.

ALUMNOS SE ORGANIZAN

Para lograr su objetivo, los jóvenes que pertenecen a esta organización y suman alrededor de 50, se reúnen cada miércoles en las oficinas de Inner City Struggle, la organización que los patrocina y está dedicada a promover la justicia social y económica en el Este de Los Angeles. 

Luis Sánchez, director asociado de Inner City Struggle, explica que una de las principales luchas de esta organización es mejorar las condiciones de las escuelas del área porque es, justamente aquí, donde se puede iniciar el cambio social.

Para lograr este objetivo, Inner City Struggle ha creado hasta ahora tres clubes de Estudiantes Unidos que funcionan en las secundarias Garfield, Roosevelt y Wilson, todas ellas ubicadas en el Este de Los Angeles.

Estos tres planteles comparten prácticamente los mismos problemas de hacinamiento y falta de recursos que se reflejan en altas tasas de deserción escolar. En la Roosevelt, por ejemplo, de los 1,598 estudiantes que ingresaron al plantel en 1997, sólo se graduaron 562, es decir, el 35%. De ellos, únicamente 118 (el 7.3%) pudieron continuar sus estudios en una universidad del estado.

Por lo que toca a la secundaria Wilson, de los 796 alumnos que se inscribieron en 1997, se graduaron 420, o sea el 53%, y solamente 86 (el 11%) lograron seguir una educación universitaria.

Sánchez puntualiza que nadie sabe exactamente qué pasa con los miles de estudiantes que abandonan los estudios año con año.

“Nosotros les decimos ‘los desaparecidos’ porque nadie lleva un registro oficial de qué sucedió con ellos. Sin embargo, por lo que hemos visto, muchos se van a trabajar a lugares como Mc Donalds, otros se meten al Ejército porque creen que es su única opción y muchos más terminan en la cárcel porque se dedican a vender droga”, indica el joven activista.

Sin ocultar su malestar, Sánchez explica que lo más grave de esta situación es que, en lugar de invertir más en educación, las autoridades de California le han dado prioridad a la construcción de más prisiones.

“En los últimos 21 años se han construido 23 nuevas cárceles en el estado, pero sólo tres universidades”, precisa.

Sánchez agrega que esta política de promover el castigo en lugar dedar más oportunidades fue el detonante para que surgiera Estudiantes Unidos.

“Nos empezamos a organizar en marzo de 2000 para protestar contra la Proposición 21, que permitía juzgar como adultos a los menores de edad culpables de crímenes graves. Nosotros pensamos que la solución no es hacer más severos los castigos, sino darles a los jóvenes la oportunidad de educarse”, precisa.

Desde entonces, Sánchez, junto con otros activistas como María Brenes y Lester García, organiza semanalmente talleres para crear conciencia entre los jóvenes sobre la necesidad e importancia de luchar por una mejor educación.

En los talleres, los jóvenes no sólo hablan de los problemas que viven día a día, como baños desaseados, falta de libros y de maestros calificados, sino que proponen soluciones.

"Hasta ahora", asegura María Brenes, "hemos ganado ya varias batallas. Una de las más importantes ha sido la eliminación del 'Salón para quienes llegan tarde' (Tardy Room) en la Roosevelt."

“Este salón se había creado para castigar a los alumnos que no llegaban a tiempo. Se les detenía aquí por una hora y perdían la clase. Muchos estudiantes preferían no llegar a la escuela y perdían todo el día”, explica Brenes.

La activista agrega que los alumnos se quejaban mucho de esta medida disciplinaria, porque no les ayudaba a corregir el problema. “Nadie les preguntaba, por ejemplo, cuál era la causa por la que no llegaban a tiempo, ni cómo podían solucionar esto”.

Después de varias sesiones, los estudiantes le presentaron a la directora del plantel, Cecilia Quemada, la propuesta de terminar con esta práctica.

Para su sorpresa, Quemada se mostró receptiva a las ideas de los jóvenes y terminó por eliminar este salón. En lugar de ello, ahora se ofrece asesoría a los estudiantes para que lleguen temprano y a quienes no cumplen se les detiene después del horario escolar.

Esta medida disciplinaria también se ha eliminado en las secundarias Garfield y Wilson.

Otras importantes victorias que se ha anotado el grupo Estudiantes Unidos son aumentar el número de consejeros, incluir más clases avanzadas que les ayuden a entrar a la universidad y más cursos sobre historia de latinos y chicanos, que son los que integran la mayoría de alumnos en esos planteles.

El grupo ha recibido apoyo no sólo de los directores de las escuelas donde funciona, sino también de muchos maestros e incluso de las autoridades escolares.

Tanto el senador Gil Cedillo como el presidente de la Junta del Distrito Escolar Unificado de Los Angeles (LAUSD), José Huizar, con frecuencia ayudan al grupo a recabar fondos para sus actividades y apoyan totalmente sus demandas.

“Son definitivamente un ejemplo a seguir”, subraya Huizar.

Lester García, otro de los activistas del grupo, afirma que, a pesar de los logros, aún es mucho el camino que falta por recorrer. “Tenemos que crear conciencia entre los maestros, las autoridades y los estudiantes de la importancia de mejorar la educación y de que todos tenemos un papel que jugar. Pero obviamente no es tarea de un día ni de una sola persona”, asegura.


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